sábado, 27 de febrero de 2010

16 oct 07 Cartas a....

Cada día era la espera de una llamada, un mensaje o un e-mail. No había nada.

Sus amigos la aconsejaban, diciendo que si alguien esta destinado para otro ser el mundo, Dios conspira para que se unan esas dos personas.

Ella lo pensaba con todas sus fuerzas, siempre. Casi orando:

-Quiero creer que estoy destinada para ti. Te quiero te extraño, quisiera verte.

Mientras, refrescaba sus ansias en el recuerdo de aquella tarde en la costa…


Dos almas jugando en la arena. Risas, bromas y discusiones tontas. Sarcasmo y locura. Dos locos compartiendo su ser sobre los incontables prismas brillantes de arena. El mar resonaba y las estrellas iban apareciendo una después de otra conforme la oscuridad consumía a la luz del atardecer. Llego el silencio entre ambos.


Contemplaron el paisaje sintiéndose libres con lo que la naturaleza les brindaba en ese momento. Recorrían no sólo lo que había frente a ellos, el mar, la arena, y la ciudad a lo lejos, sino también recuerdos y sentimientos que volvían, que surgían desde la penumbra de su interior.

El silencio fue sustituido por palabras nostálgicas. Eso ocasiono que ambos lograran ver. Pero através del ellos mismos.


Y El, con un rose de sus labios la calló.

Fue beso apasionado que reflejaba el temperamento de ambos. El Fuego y la fuerza del Mar mezclados sobre las sales de la orilla.


El aire aún era cálido se sentía en la piel. El retiró sus delgados labios del los de ella. Que eran suaves como el algodón y rojos como la granada. Las mejillas de Ella se tornaron rojizas también sentía una calidez interna como si acabara de tomar chocolate caliente. Dulce y abrigador para una buena noche.


Ella lo miró. Recorrió sus ojos negros. Oscuros como aquella dulce noche. El brillo de la Luna se opacó con el de sus ojos. También pudo observar que sus sentimientos parecían sinceros. Eso la tranquilizó. Porque habían superado la barrera de las normas. De las reglas implícitas esas que se conocen y que se suponen no deben romperse. Con esa declaración o bien dicho rebelión, habían roto también con la barrera del tiempo. Cuando los minutos ya no tienen segundos y los segundos se convierten en el palpitar de dos corazones al unísono. En un eterno vivir.


El mar siguió meciendo el ambiente. Y las estrellas quedaron mudas, siendo testigas de aquellos dos Locos.

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